jueves, 12 de mayo de 2016

Reseña: Niño Naranja - Delusión


Se le podría achacar el no seguir por la senda marcada anteriormente. Pero ¿Para qué?

En la música colombiana cuando se compara a ciertos personajes con referentes extranjeros se corre el riesgo de exagerar o embarrarla terriblemente. Sin embargo, me arriesgo a decir que Helman Castañeda, ex-Neoplatonics y hoy como el personaje detrás de Niño Naranja se ha convertido en una especie de Kevin Shields colombiano. No porque innove particularmente en su campo de acción, sino porque viene a ser uno de los primeros que alcanza cierta relevancia en el panorama colombiano haciendo música tan densa y tan alejada de estándares medianamente accesibles.

Ese calificativo que le pongo viene avalado por el giro tan radical de su segundo trabajo bajo el nombre de Niño Naranja, Delusión. Y es que tres años después de un álbum debut homónimo que fue cosechando buenos comentarios cual álbum de culto (o sea, desde el voz a voz), en este segunda placa deja constancia de que lo suyo es probar limites, divertirse sin seguir una estructura o un manual de ritmologia. Grabado en su propio cuarto entre Bogotá y Barcelona, escuchamos efectivamente ese espíritu en las seis canciones que lo conforman.

Lo que en el debut era dream pop y shoegaze, en Delusión parece que se fuese desintegrando una canción tras otra, o se hubiese puesto a reproducir en reversa a menos revoluciones por minuto, o ambas cosas. Prueba de eso ese arranque tan turbio con "Niño Drama", dominado por ruidos medianamente sostenidos por un piano. Esa canción marca la pauta a seguir en todo el disco: predominio de la textura sobre la melodía y en ocasiones por encima del propio ritmo. Si hay melodías es para que haya un mínimo de lógica detrás de ese delirio ruidista y no pecar de pretencioso. Pero debido a que son tan elementales generan algo similar a lo que ocurre cuando la tinta se corre del papel y lo mancha poco a poco.

"Niño Pinta" es una caída libre donde los teclados parecen hacer calentamiento para sacar su lado frenético en las dos siguientes canciones. Primero en el synthpop ligeramente deforme de "Niño Hielo", y luego en"Niño Montaña", una canción que se siente opresiva, autoritaria, industrial pero sin caer del todo en una dinámica oscura. Luego en "Niño Gamín" escuchamos a Castañeda jugueteando con ritmos medio krautrock, medio hardcore techno, para incursionar al final con la crudeza de la música industrial (o al menos en lo que él entendería por eso) en "Niña Pregunta".

Seguramente ha dejado descolocados a muchos de los que llegaron a su música con el dream pop del debut. Se le podría achacar el no seguir por la senda marcada anteriormente. Pero ¿Para qué? Cuando se graba algo como Delusión es obvio que al interprete no le importa demasiado lo que el lector o yo podamos pensar. Eso es algo de admirar en una sociedad y una escena que desafortunadamente peca a ratos de vivir del qué dirán. Por eso son siempre bienvenidas incursiones suicidas como esta en una escena que hoy piensa más en cómo vivir de la música y menos en cómo vivir por la música.

La música en si misma es llamativa si está acostumbrado a Sigur Ros o los Radiohead de Kid A. Encara la psicodelia desde una perspectiva más sucia y el resultado está a la altura de esa búsqueda. Si usted es de los que disfruta de ese tipo de aventuras, de un paso adelante y escuche Delusión. Seguramente le tendrá afecto.

"Niño Gamín" es mi recomendada. Es lo más cercano a una canción "accesible" que se puede encontrar en Delusión.

Aquí va "Niño Hielo".


Calificación: 4/5

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