lunes, 25 de enero de 2016

Reseña: David Bowie - Blackstar


Con uno de sus trabajos más difíciles de digerir, Bowie se ha transformado de genio en leyenda.

Esta reseña (y mi consecuente percepción del disco que la protagoniza) se ha visto condicionada por factores ajenos a la música como muy pocas que haya hecho antes. Los motivos se los pueden imaginar ustedes.

Como mucha gente, compartía su entusiasmo por las canciones de Blackstar en los días que salió a la venta. Pensábamos en ese momento que había Bowie para rato. El entusiasmo estaba bien justificado en un disco donde el jazz es amo y señor, combinado con algunas maneras del soul o de lo que hacía en Station To Station. Los vientos y los teclados no se alejan demasiado de esas coordenadas, pero se permiten libertades para generar caos y hacer que el rol de Bowie sea más importante dándole coherencia al resultado final. 

Por eso es que uno lo escucha en cada canción sin el más mínimo interés de acoplar todo a las melodías o a las métricas. Parece que escuchara la música y buscara derribarla con su voz no tanto a base de intensidad o fuerza, sino con la experiencia de quien ha pasado por todo lo que puede pasar un artista pop, conociendo ya todos los puntos flacos de la instrumentación. 

Todo por el mero placer de destrozar la música y volverla a reconstruir.


Para demostrar ese punto el disco arranca con la titular "Blackstar". Pone claros los lineamientos de las canciones desde el principio. Estructuras caóticas, mucha influencia del jazz, algunos teclados para reforzar la oscuridad y claustrofobia predominantes, sumado a la entereza de Bowie para querer desarmar la música con su voz, que no se rige por otra cosa que no sea el instinto. No se siente para nada alejada ni en duración ni en concepto de "Station To Station" (la canción).


"'Tis A Pity, She Was A Whore" sube un poco las revoluciones, y se muestra más deudora de los tiempos de Black Tie, White Noise, gracias al protagonismo del saxofón que hace suya la canción. Aunque suena un poco más festiva, la letra no deja de ser agresiva, rebelde, poco complaciente con el oyente. Por su parte, "Lazarus" es la carta en la que Bowie se despide y deja su testamento, a la vez que narra lo que ha vivido durante su último año de vida, peleando contra un cáncer particularmente agresivo. Semanas antes, sin embargo, pensábamos que hablaba de los problemas cardíacos que le hicieron retirarse de los escenarios en el 2004. Estamos entonces frente a una canción que a pesar de ser bien confesional, ofrece más interpretaciones de las que uno esperaría en un principio. La música parece emular un cortejo fúnebre liderado por Miles Davis o Thelonius Monk.


Pasamos a "Sue (Or In A Season Of Crime)", canción que ya había anticipado en 2014 con motivo del recopilatorio Nothing Has Changed, y encontramos lo más cercano al rock que ofrece Blackstar. Con algunos trazos curiosamente cercanos al drum and bass dados por una base nerviosa e inestable, narra una historia propia del género policíaco y vinculada de alguna forma con los tiempos de Outside. "Girl Loves Me" baja las revoluciones y se pone en la línea de "Lazarus", siendo que a pesar de tener más romance en la letra que otras canciones del disco, lo hace con cierto fatalismo. Como si hubiese un destino inevitable de por medio.

Para el final Bowie nos ofrece una misma historia dividida en dos canciones: "Dollar Days" y "I Can't Give Everything Away". La primera se concentra en lo que parece ser un desencanto absoluto con el materialismo de la aristocracia. Extraño concepto, pero puede ser que el británico con todo y su status se sintiera ajeno a ese mundo por la forma en que él mismo llego hasta ese punto. Unos lo hicieron matando gente o conspirando por intereses personales, pero en un plano más estrictamente musical mucha de esa gente puede que ni se planteara alterar el panorama musical con cada disco, como si lo hiciera Bowie. Por su parte, la segunda parece asumir tranquilamente que todo llega a un final. Claro que antes de que el análisis de las letras se alterara con la muerte de Bowie, pensábamos que se refería a ese retiro forzoso de los escenarios. Ahora probablemente significa otra cosa.


No creía posible algo así, pero Blackstar es incluso más importante que The Next Day. En esa ocasión nos dejamos deslumbrar por los diez años que habían pasado sin saber de él. Con Blackstar parecía retomar las cosas por donde las había dejado en Reality, donde si bien no era ya tan desafiante, todavía era un nombre a seguir cuando lanzaba un disco o ofrecía un concierto.

En su álbum final nos mostró la firme intención de seguir batallando en el panorama musical en sus propios términos, siempre buscando nuevas posibilidades a pesar de sus problemas de salud. Hace 40 años se dejaba deslumbrar por Kraftwerk y Neu!. Hace 20 por Nine Inch Nails y Goldie. Durante el año anterior por Kendrick Lamar. Blackstar no era el último capítulo de su discografía. Era el principio de una nueva etapa, de una nueva transformación. Con uno de sus trabajos más difíciles de digerir, Bowie se ha transformado de genio en leyenda. En 50 años se convertirá en mito para una generación que encontrará inconcebible el hecho de que un tipo así respirara nuestro aire, hiciera esa música, y nos mantuviera tan a la expectativa con cada paso que diera como él lo hizo.

Mi recomendada es "Girl Loves Me". Suena como si el trip hop lo hubiese inventado Miles Davis, o como si Massive Attack hubiese inventado el jazz.

Aquí va "'Tis A Pity, She Was A Whore".


Calificación: 4.5/5

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