domingo, 27 de abril de 2014

The Drums y una reflexión del oficio de ser DJ


Si nos pidieran definir en que consistió el Madchester y sus baggys, me inclinaría a pensar que era algo como lo de esa noche.


No pude escribir esto antes ya que cuando salí de vacaciones por Semana Santa, no contaba con que no habría Wi-Fi o cosa por el estilo en el hotel donde finalmente me hospedé. Pero bien dice el dicho que es mejor tarde que nunca, así que hablaré un poco de uno de esos eventos que se hacen especiales por el sencillo hecho de que uno no espera estar en ellos. En ese orden de ideas cabe agradecer a la gente de Escena Indie en Colombia por la invitación y por darme la boleta que me permitió ver una banda gigante en todo el sentido de la palabra.

Cuando me entere del concierto de The Drums, faltaba como una semana para que arrancara Estéreo Picnic. Pensaba, que en cierta forma era el premio de consolación para los que no pudieron o no quisieron, por distintas razones, estar allí. Por eso, por el agotamiento (físico y económico) luego del Estéreo Picnic y porque no entendí muy bien la forma de adquirir entradas para ese concierto (tengo entendido que la boleta se adquiría por concurso o algo por el estilo), desistí de ir. Afortunadamente recibí la invitación de la boleta, y una eventualidad bastante afortunada (no hubo clase en la universidad esa noche), pude estar allí, viéndolos, en una especie de revancha por no saltar a su ritmo en el lamentablemente fallido Planeta Terra Festival de 2012.



Hablando de los teloneros, Planes no cambia mucho mi opinión sobre ellos desde que los vi en Estéreo Picnic 2012. Hay algo mas de solidez en sus músicos, pero realmente el vocalista no transmite mucho ni como frontman ni con su voz. Si me sorprendió en cambio Mitú, que puso a bailar a todos en lo que se puede definir como un choque violento entre la selva amazónica y la indietronica. Con percusión en vivo y sintetizadores experimentando constantemente pusieron ambiente de fiesta en el Royal Center.


Con respecto a Cymbals, alternaron momentos potentes con otros mas fríos, lo que hizo su show bastante irregular. Pero si tomamos en cuenta que es una banda que aun esta en la lista de las promesas, no está mal para empezar. Especialmente su guitarrista me dejo buen sabor, con un estilo bien emparentado al de The Police.

En los intermedios en que no había banda sobre el escenario, siempre había un DJ pinchando y animando la fiesta. Mientras bailaba con el buen set del que dispuso, tuve una especie de epifanía con respecto a la figura del "pincha discos" que admiro tanto como detesto. Y lo resumo en una sola frase: los buenos DJ son como los buenos árbitros de fútbol; sabes que lo hacen bien cuando pasan desapercibidos. Y así ocurrió esa noche. No había esa escenografía tan descaradamente pretenciosa con luces rimbombantes y humo de los sets de Tiesto, Axwell, Guetta, Harris, o los que se les ocurran.

Cuando vi 24 Hour Party People, la película que narra el surgimiento, apogeo y decadencia de Factory Records y su obra cumbre, la Hacienda; recuerdo que el personaje de Tony Wilson decía con respecto al cambio de signo entre el músico y el DJ: 

"No aplauden ni a la música, ni al músico, ni a los compositor, sino al medio. Es el nacimiento de la cultura rave, el ritmo hecho rito, la era en la que hasta el hombre blanco baila".  

Si a nosotros, que no pudimos disfrutar de los años dorados de la Hacienda con verdaderos visionarios  en eso de pinchar como fueron Mike Pickering y Andrew Wewatherall, nos pidieran definir en que consistió el Madchester y sus baggys, me inclinaría a pensar que era algo como lo de esa noche. Si hubieran excedido el hecho de crear un ambiente donde el ritmo es Dios, con la egomania y la fanfarria descarada de los DJs actuales; habría sido un completo desperdicio.

Las impresiones fueron interrumpidas a la par que el DJ apagaba su tornamesa. Eso significaba que era momento del plato fuerte de la noche, The Drums.


Dieron cátedra ante un Royal Center entregado a ellos. Se despacharon lo mejor de su discografia, vimos a un Jonathan Pierce rebosante de confianza, siempre empeñado en conectar con su publico, y unos músicos enchufados, efectivos y con la energía que hace que a veces uno prefiera los conciertos a sus discos.


Podemos destacar momentos fuertes como en ese post punk bien interesante en "I Need A Doctor" sostenido por esos teclados que le daban una solemnidad y una atmósfera de fiesta por igual al escenario, coros colectivos en "Forever And Ever Amen" y "Me And The Moon", la clásica histeria colectiva en "Days", "Money", "Let's Go Surfing", y una chispa de tres minutos donde la banda y el publico fuimos uno solo en "I Need Fun In My Life", que puedo dar fe, fue el himno de la noche.


Sin embargo, es curioso que las sensaciones que me deja todo lo que pude ver en el Royal Center no giran alrededor de las bandas, sino del publico.

Creo que en cuatro años de ir con cierta regularidad a conciertos, ya puedo decir que existe un publico que asimila el hecho de ser una escena que si bien no es el centro de la movida en Colombia, ya tiene cierto empoderamiento de si misma como escena. Seguramente en Estereo Picnic se podría sacar la misma conclusión, pero se vio mas claro esa noche. Por muy sociales que se vuelvan esos eventos con el paso del tiempo, algo si está cambiando con esta generación. No me siento en capacidad de decir si son cambios positivos o negativos, pero lo "alternativo" en este país no se entiende de la misma forma que hace 10 años. Eso si es un hecho.

Pero lo mas importante de todo: que el evento haya inspirado tanta reflexión solo puede hablar bien de los implicados, porque lo hacen un momento realmente trascendente. Nada mal para un show que parecía ser el premio de consolación para los que no fueron a Estereo Picnic.

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