Fue como una maquina del tiempo que nos devolvió a 1974. Ese año donde Homero Simpson dice que el rock alcanzó su perfección.
Voy a ser sincero: el morbo fue la causa #1 para ir a ver a Eagles Of Death Metal. No fue la música, no fue la reputación de frontman parrandero de Jesse Hughes, no fue el hecho de que sea uno de los proyectos paralelos de Josh Homme, no fue el hecho de que por primera vez el “pre-Festival” apelaba a un artista que no estaba en su cartel como el acto principal. No fue Zipper Down, su último álbum. Fue puro y físico morbo lo que me puso esa noche en Armando Records.
Voy a ser sincero: el morbo fue la causa #1 para ir a ver a Eagles Of Death Metal. No fue la música, no fue la reputación de frontman parrandero de Jesse Hughes, no fue el hecho de que sea uno de los proyectos paralelos de Josh Homme, no fue el hecho de que por primera vez el “pre-Festival” apelaba a un artista que no estaba en su cartel como el acto principal. No fue Zipper Down, su último álbum. Fue puro y físico morbo lo que me puso esa noche en Armando Records.
Y no creo que fuese el único. Los días anteriores a su presentación solo me podía preguntar a qué nivel los había afectado esa noche de noviembre en Bataclan, si habían podido superarlo y si podían desligar su reputación como banda del atentado. Por supuesto, fue el peor estimulo posible para asistir esa noche a la inauguración del Estereo Picnic.
Afortunadamente cuando me devolvía en taxi hacia mi casa no pensaba en función de Bataclan, sino en la explosividad tan absurda de esos tipos en directo. Lo más cercano que estuve a relacionar a esa tragedia con ellos fue cuando uno de mis compañeros de Escena Indie me regaló dos picks que lanzaron Hughes y el guitarrista Dave Catching al publico. Uno de esos (el de Catching) tenia dibujada una guitarra como las Flying V ochenteras, pero con los motivos de la Torre Eiffel. Salvando ese detalle, la noche fue una completa fiesta.
Afortunadamente cuando me devolvía en taxi hacia mi casa no pensaba en función de Bataclan, sino en la explosividad tan absurda de esos tipos en directo. Lo más cercano que estuve a relacionar a esa tragedia con ellos fue cuando uno de mis compañeros de Escena Indie me regaló dos picks que lanzaron Hughes y el guitarrista Dave Catching al publico. Uno de esos (el de Catching) tenia dibujada una guitarra como las Flying V ochenteras, pero con los motivos de la Torre Eiffel. Salvando ese detalle, la noche fue una completa fiesta.
Porque eso fue lo que nos dieron: una fiesta de inauguración en todo el sentido de la regla. Desde “I Only Want You” hasta el cierre con “Speaking In Tongues” fueron un cuarteto (a veces quinteto cuando se sumaba Eden Galindo) cargado de pelotas, energía, diversión y un par de groserías que calentaron el ambiente a pesar del mal clima que parecía avisar lo que iba a ocurrir durante todo el Estereo Picnic en los días siguientes. Curiosamente y en muchos sentidos, la banda comandada por Jesse Hughes se anticipó a la tendencia ganadora de esa semana: las guitarras como elemento dominante.
Después de todo, hablamos de un evento que coincidió en el tiempo con el de los Rolling Stones (de hecho a Hughes le contaron y por eso decidió regalarnos un cover bien chusco de “Brown Sugar”). Los Eagles apelan a ese recurso desde el rock and roll con sentimiento boogie y guitarras distorsionadas, pero esa solo fue una de las distintas modalidades bajo las cuales se desenvolvería en los días posteriores. Nada de Jack U's o Zedds. Esa noche era como si la guitarra representara para la banda y para nosotros un símbolo falico, mientras que cada canción se encargaba de explotar las posibilidades del sexo desde un genero y posición sexual distintas cada vez.
Pero más allá incluso de las guitarras, el grupo dio muestras de una soltura y una entrega con su público admirables. Hubo tiempo para hablar de mujeres colombianas, duelo de guitarras entre Jesse y su socio Catching, solos de bajo y batería, historias de drogas, alguna seguidora más desaforada que de costumbre... En definitiva fue como una maquina del tiempo que nos devolvió a 1974, ese año donde Homero Simpson dice que el rock alcanzó su perfección. No creo que sea un hecho científico, pero es bueno que existan bandas que solo busquen hacernos pasar un buen rato. Hace falta eso en tiempos tan fregados como los que vivimos ahora.
Mientras iba coreando "Cherry Cola" un poco pasado de tragos, bajando por la 85 buscando un taxi, pensaba: "Si el Estereo Picnic llega a estar a este nivel, puede ser fácilmente el mejor hasta la fecha". Y así fue.
Esperen pronto por la tercera parte.
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