Yo de política más bien poco. No tanto porque no lea sobre el tema, sino porque no creo que mis opiniones sean tan validas o acertadas como las de otros conocidos. Lo que sí puedo decir es que para un historial que incluye tantos conflictos, con tantas variantes y con elementos causa-efecto que se repitan tan seguido (desigualdad social, marginalidad, vacío de poder, contrabando, intereses personales) me sabe a poco firmar un acuerdo de paz, independiente de lo que el plebiscito decida cuando se realice.
No me malinterpreten. Apoyé el proceso cuando se anunció y lo sigo haciendo. Pero no por eso me dejo engañar de la demagogia del presidente Santos cuando considera esto como “la llegada de la paz a Colombia”. No creo que muchos de los que apoyan el proceso lo hagan, honestamente. Inclusive soy poco optimista con el post-conflicto. Más que por la inequidad social y las carencias que se tienen en salud, educación y entretenimiento; por la mentalidad colectiva del país. Hay individuos que genuinamente pelean por mejorar las cosas en Colombia, que son “echaos pa’ lante” en serio, hechos a su propio pulso en esos campos, pero al final del día no son secundados por el grueso de la población.
Muchos todavía nos manejamos en términos de “mientras no me toquen lo mío no me importa lo del otro”. Es un vicio grave, y algo que desune más que los regionalismos, los políticos o un equipo de futbol. Pienso que el día en que podamos superar ese lastre, podemos hablar seriamente de un postconflicto.
Hasta entonces, y a 30 años de que Morrissey lo dijera, lo digo yo: "se que todo ha terminado, pero nada ha empezado realmente".
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