domingo, 26 de abril de 2015

Reseña: Blur - The Magic Whip


Las guitarras de Graham Coxon no necesitan ser las de “Song 2” o “Sunday Sunday” para hacerse notar y dominar la situación.

La reinvención del sonido es un proceso bastante natural en muchos artistas, para evitar la repetición o los clichés, y diversificar su estilo. El éxito de David Bowie por ejemplo, se basó en reinventarse tanto estética como musicalmente, lo que le permitió tener vigencia desde los años 70 hasta la fecha. Sin embargo, no todos logran reinventarse de forma efectiva o al menos sin causar polémica en el público. Por eso ejemplos como el protagonista de esta reseña de hoy son tan interesantes.

Blur no tuvo miedo de avanzar o de buscar fronteras nuevas. Siempre asumió las consecuencias de eso (que principalmente se tradujeron en peleas entre Damon Albarn y Graham Coxon) y vio recompensada su valentía con un público que con el paso de los años trascendió el circulo britpop. Ese hecho por si solo disparaba continuamente los rumores de un nuevo álbum de la banda de Colchester desde que regresaron a los escenarios en 2008.

El antecedente más claro para hablar de su octava placa, The Magic Whip, es sin duda el sencillo de 2012, “Under The Westway”. Aunque ese tema tenía más parentesco con su clásica “The Universal” que con lo que terminaría siendo este álbum, puede que en perspectiva haya evidenciado dos cosas. Una, que el acople seguía ahí, ahora con más años pero la misma capacidad de conquistar. Dos, la importancia de los elementos sinfónicos.

Con respecto a ese ultimo punto, unos días después del lanzamiento leí críticas algo duras hacia The Magic Whip por parte de varias personas, principalmente por el hecho de que era un trabajo más sinfónico y menos guitarrero. Eso me lleva a preguntarme ¿Alguna de esas personas escuchó completo Parklife o Modern Life Is Rubbish? Si uno lo mira bien, los temas realmente radiables de Blur en sus discos no suelen ser más de cuatro o cinco (tal vez The Great Escape tenga unos cuantos más). 

En ese sentido, el cuarteto siempre buscó moverse entre esas dos líneas para mostrar que siempre podían hablar con ambos discursos, el comercial y el experimental. Este disco viene siendo la octava demostración de que esa cualidad nunca será lo suficientemente valorada.


“Lonesome Street” abre el álbum mostrando una línea que va entre los momentos sinfónicos que suele mostrar la banda en su discografía de los noventa, y lo que ya venían anticipando con “Under The Westway”. Por ese motivo no sorprende demasiado que lo eligieran como segundo sencillo. 

Llega el turno de “New World Towers”, que da un giro de 180  grados con respecto a “Lonesome Street”. Ritmos orientales que a la vez tienen ese elemento british que los caracteriza, para hacerlo parecer como lo que resultaría de hacer un tema para una película de James Bond adaptada en Bollywood. De inmediato nos encontramos con el primer sencillo de esta producción, “Go Out”, que entre un buen de riff de Coxon y la siempre carismática voz de Damon Albarn nos recuerdan a ratos los tiempos de “Coffee & TV” o “Song 2”.


De ahí en adelante vamos a encontrar que siempre alternan entre momentos que pueden ser fuertes o sinfónicos, para retomar el aura exótica y oriental. Es así como luego de una “Ice Cream Man” relajante donde encontramos un trabajo notable de Coxon en la acústica, volvemos a los ecos orientales de la mano con “Thought I Was A Spaceman” y “I Broadcast”. Se anima nuevamente el ambiente en “My Terracota Heart” y se conserva algo de la fuerza de las guitarras en esa cancion para darle vida a “There Are Too Many Of Us”, que ya se ganó casi que por unanimidad ser la mejor canción de The Magic Whip.


Turno de “Ghost Ship”. Es sin duda la más cercana al sonido clásico de Blur, con esos susurros de Damon, una guitarra elemental de Graham y una base rítmica infalible pero relajada a cargo de Alex James y Dave Rowntree, siempre silenciosos pero cumpliendo con su cometido. Va a medio camino entre lo que hacían en The Great Escape y el homónimo. Por su parte, “Pyongyang” es con seguridad mi canción favorita de The Magic Whip. Captura el ambiente sinfónico de “Lonesome Street” y le suma una citara china para darle una mística fuera de serie. Lo más increíble es que a raíz de esa combinación, la métrica a ratos evoca el estilo hawaiano.

Para el final “Ong Ong” mantiene esa tónica alegre en la guitarra, mientras que “Mirror Ball” le da espacio a los sintetizadores, lo que da como resultado un tema que a ratos pareciera del estilo de Depeche Mode, y en otros pareciera meterse en terreno de Nine Inch Nails o Radiohead. Así, de forma un tanto bizarra pero reafirmando su valía como músicos, concluye el disco.

The Magic Whip viene siendo tomar las cosas por donde las dejaron en Think Thank. En ese disco que grabaron sin Coxon había electrónica, coqueteos con el dub y cierta mística a medio camino entre Gorillaz y Radiohead. Lo que ocurre en su octavo trabajo es que esos logros de Think Thank ahora se pasan por el filtro de las guitarras de Coxon, que no necesitan ser las de “Song 2” o “Sunday Sunday” para hacerse notar y dominar la situación.

Ese detalle resulta interesante porque a la par que su acople permanece intacto, mostrando las cualidades que los hicieron destacarse por encima del resto en primer lugar; plasman las experiencias de sus miembros en otras bandas o proyectos. Claramente en ese aspecto domina el criterio de Damon Albarn, pero eso en sí mismo no es un obstáculo para permitir cierta libertad a los otros miembros. Gran regreso a la vida, a pesar de la natural suspicacia de sus seguidores y la critica a meterse con una discografía que hasta Think Thank era impecable.

Aun siendo un disco tan redondo, no puedo recomendar otra que no sea “Pyongyang”. Es una de esas canciones que toca una fibra sensible en quien sabe entender y apropiarse de ella. Tan así que a uno solo le queda por decir “gracias por tanto, perdón por tan poco”.

Aquí va “My Terracota Heart”.


Calificación: 4.5/5

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